autoevaluación: camino a la acreditación

autoevaluación: camino a la acreditación
autoevaluación por oswaldo gallardo

jueves, 4 de febrero de 2016

Hay que desarrollar el pensamiento crítico. Busca la verdad. Investiga diversas fuentes. Saca tus propias conclusiones siempre tratando de ser coherente con los principios éticos y morales.

sábado, 17 de diciembre de 2011

LIDERAZGO DOCENTE. EXPERIENCIAS DOCENTES EN LAS QUE SE MANIFIESTA EL LIDERAZGO.

El liderazgo docente tiene algunas características que han sido estudiadas por especialistas.
Vamos a presentar casos o experiencias en las cuales se observan estas cualidades que hacen que un educador se convierta en un líder.

domingo, 13 de noviembre de 2011

DERECHOS HUMANOS. EL DERECHO DE SOÑAR. EDUARDO GALEANO Y EL DERECHO A SOÑAR. IMAGINEMOS UN NUEVO MUNDO.

Hermoso video compartido por Esquina Montevideo, relacionando el texto extraordinario y filosófico de Eduardo Galeano con imágines creativamente presentadas.

Compártanlo con todo aquel que puedan....sobre todo con los chicos en las escuelas. Luego que escojan una frase y la expliquen...que reflexionen...es todo un recurso extraordinario para analizar en clase y hacer que los alumnos lleguen a los más altos niveles del pensamiento crítico.

http://www.youtube.com/watch?v=dlF3hiudcKg

LA CRISIS DEL MUNDO ACTUAL. EL CAMBIO A PARTIR DE LA CONCIENCIA. EDUCACIÓN DE LA CONCIENCIA.

Ideas importantes de la propuesta de Krishnamurti.

Video compartido por RobertoOrtegaOn line


http://www.youtube.com/watch?v=4rTnqhBw828

ECONOMIA. GEOGRAFÍA Y ECONOMÍA. UNA NUEVA PROPUESTA. MANFRED MAX-NEEF Y LA ECONOMÍA DESCALZA.

Hace unas semanas, Amy Goodman entrevistó al reconocido economista chileno Manfred Max-Neef. Ahora presentamos en este espacio, la conversación que se dio lugar entre ellos en Bonn, Alemania. La entrevista original en inglés se encuentra en la página de Democracy Now a quien agradecemos el permiso de traducir esta conversación. Manfred Max-Neef ganó en 1983 el Right Livelihood Award, dos años después de haber publicado su libro Economía Descalza Señales desde el Mundo Invisible. El economista comienza por explicarnos el concepto de la economía del descalza.

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, es una metáfora, pero es una metáfora que se originó en una experiencia concreta. Yo trabajé al rededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica. Al comienzo de este periodo, estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú. Era un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Estaba parado en una zona muy pobre y enfrente de mí estaba otro hombre parado sobre el lodo ( no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Este era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berckeley, maestro de Berckeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias; que todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así? Todo era completamente absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que teníamos que inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora “barefoot economy” o economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. El punto es que los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema. Y es también el motivo por el cual la pobreza aún existe. Esto cambió completamente mi vida como economista. Inventé un lenguaje coherente para esas condiciones de vida.

AMY GOODMAN: ¿Y cuál es ese idioma? ¿Cómo aplicas un sistema económico o haces que las circunstancias expliquen esos cambios?

MANFRED MAX-NEEF: No, la cosa es mucho más profunda. Es decir, no es como una típica receta que te da alguien de tu país, en donde te dicen "te garantizamos quince clases o la devolución de tu dinero." Ese no es el punto. Deja ponértelo de esta manera. Hemos alcanzado un punto en nuestra evolución en el que sabemos muchas cosas. Sabemos muchísimo pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta acumulación de conocimiento como en los últimos cien años. Mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El punto es que el conocimiento por sí mismo no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento te la puedo explicar con un ejemplo. Vamos a pensar que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre un fenómeno llamado amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores. ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Como dice la canción latina, somos mucho más que dos. Cuando perteneces, entiendes. Cuando estás separado, solo acumulas conocimiento. Y esa ha sido la función de la ciencia. Ahora bien, la ciencia se divide en partes pero el entendimiento es completo. Holistico. Eso sucede con la pobreza. Yo entendí la pobreza porque estuve allí; viví con ellos comí con ellos y dormí con ellos. Entonces comienzas a entender que en ese ambiente hay distintos valores, y diferentes principios-- comparados con los que existen allí de donde tú provienes y te das cuenta de que puedes aprender cosas fantásticas de la pobreza. Lo que he aprendido de los pobres supera lo que aprendí en la universidad. Pero pocas personas tienen esa oportunidad, ¿te das cuenta? Ellos ven la pobreza desde afuera en lugar de estarla viviendo desde adentro. Aprendes cosas extraordinarias. Lo primero que aprendes y que los que quieren mejorar el sistema de vida de los pobres no saben, es que dentro de la pobreza hay mucha creatividad. No puedes ser un tonto si quieres sobrevivir. Cada minuto tienes que estar pensando, ¿qué sigue? ¿qué puedo hacer aquí? ¿qué es esto y lo otro y lo otro? Así que el estado creativo es constante. Además, están los contactos, las cooperativas, la ayuda mutua y toda una gama de cosas extraordinarias que ya no se encuentran en las sociedades dominantes, las cuáles, son individualistas, avaras, egocentristas, etc. Allá encuentras exactamente lo opuesto de lo que ves acá. Y es sorprendente porque a veces llegas a encontrar gente más feliz entre los pobres que la que encontrarías en tu propio ambiente. Lo que ya te dice que la pobreza no solo es una cuestión de dinero. Es algo mucho más complejo.


AMY GOODMAN: ¿Qué crees que debamos cambiar?

MANFRED MAX-NEEF: ¡Oh!, casi todo. Somos dramáticamente idiotas. Actuamos sistemáticamente en contra de las de las evidencias que tenemos. Conocemos todo lo que no debemos hacer. No hay nadie que no sepa esto. Especialmente los grandes políticos saben exactamente lo que no se debe hacer. Y aún así lo hacen. Después de lo que pasó en octubre del 2008, tú pensarías que van a cambiar porque se han dado cuenta de que el modelo económico no funciona. Que incluso tiene un alto nivel de riesgo. Es drásticamente peligroso. Y uno se pregunta:¿Cuál fue el resultado de la última reunión de la Comunidad Europea? Ahora son más fundamentalistas que antes. De tal modo que de lo único de lo que se puede estar seguro es de que ya viene la próxima crisis y que será mucho más fuerte que la actual. Pero para entonces ya no habrá suficiente dinero. Esas son las consecuencias de la estupidez humana.

AMY GOODMAN: Si tú estuvieras al cargo de la economía ¿qué harías para evitar otra catástrofe?

MANFRED MAX-NEEF: Primero que nada, necesitamos economistas más cultos, que sepan historia, de dónde vienen, cómo se originan las ideas, quién hizo qué y así sucesivamente. Lo segundo es que un economista se percibe como un subsistema dentro de un sistema más grande que es finita: la biosfera. También entiende que el crecimiento económico es imposible. En tercer lugar, un sistema que entiende lo anterior sabe que no puede funcionar sin tomar en serio los ecosistemas. Pero los economistas no saben nada de ecosistemas. No saben nada de termodinámica, ¿sabes? Nada de biodiversidad. Quiero decir, son totalmente ignorantes con respecto a estos temas y otra cosa así. Realmente no entiendo en qué puede dañar a un economista saber que si los animales desaparecen, él también desaparecerá porque entonces ya no habrá qué comer. Pero él no lo sabe, que dependemos completamente de la naturaleza ¿te das cuenta? Sin embargo, para los economistas que tenemos hoy en día, la naturaleza es un subsistema de la economía. Es completamente absurdo. Además, debemos acercar al productor con el consumidor. Yo vivo en el sur de Chile y ésa es una zona fantástica, tenemos toda la tecnología para la creación de productos lácteos de calidad. Hace unos meses estaba en un hotel desayunando. Noté estos paquetitos de mantequilla sobre la mesa. Tomé uno y descubrí que la mantequilla venía de Nueva Zelanda. Es absurdo ¿sabes? ¿y por qué sucede una cosa así? Porque los economistas no saben calcular costos. Traer mantequilla desde un lugar que queda a 20,000 kilómetros a un lugar en donde se produce la mejor mantequilla bajo el pretexto de que es más barato es una estupidez descomunal. ¿No toman en cuenta el impacto que causan esos 20,000 km de transporte sobre la naturaleza? Por si fuera poco, es más barato porque está subsidiado. Es un caso muy claro en el que los precios no revelan la verdad. Todo tiene un doble fondo ¿sabes? Pero ésos causan mucho daño. Si se acerca al productor con el consumidor, uno comerá mejor, tendremos mejores alimentos y sabremos de dónde vienen. Incluso podrías llegar a conocer a la persona que lo produjo. Se humaniza el proceso ¿sabes? Pero hoy en día lo que los economistas hacen está totalmente deshumanizado.
AMY GOODMAN: ¿No crees que la misma tierra nos forzará a actuar de diferente modo? ¿Estamos llegando al fin?

MANFRED MAX-NEEF: Sí claro. Ya algunos científicos lo están diciendo pero yo aún no he llegado a ese punto. Pero muchos lo creen y piensan que es definitivo: estamos fritos. Dentro de algunas décadas no habrá más humanos. Yo personalmente no creo haber llegado a ese punto, pero si diré que ya cruzamos el primero de los tres ríos. Y si observas lo que está pasando en todos lados, sí es alarmante cómo la cantidad de catástrofes ha ido en aumentando. Y se manifiestan de todas formas: tormentas, terremotos, erupciones volcánicas. El número de eventualidades crece dramáticamente y nosotros seguimos haciendo lo mismo.

AMY GOODMAN: ¿Qué has aprendido en las comunidades en las que has trabajado que te de esperanza?

MANFRED MAX-NEEF: La solidaridad de la gente. El respeto por los otros. Ayuda mutua. Nada de avaricia. Éste es un valor inexistente dentro de la pobreza. Y uno pensaría que allí es donde estaría más presente. Que la avaricia la poseen los que menos tienen. No, al contrario, entre más tienes más quieres. Esta crisis es el producto de la avaricia. La avaricia es el valor dominante del mundo actual. Mientras persista, estamos acabados.
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“EL MAYOR ERROR ES LA AVARICIA.
EL OTRO ES CREER QUE EL CRECIMIENTO PUEDE SER INFINITO”.
“ESTADOS UNIDOS YA ES UN PAÍS EN VÍAS DE SUBDESARROLLO”.





AMY GOODMAN:¿Cuáles serían los principios que enseñarías a los jóvenes economistas?

MANFRED MAX-NEEF: Los principios de los economistas deberían estar fundamentados en cinco postulados y un valor esencial.

Primero: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.


Segundo: el desarrollo es para las personas, no para las cosas.

Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento.

Cuarto: no hay economía que sea posible en la ausencia de servicios de ecosistema.

 
Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por ende, el crecimiento permanente es imposible.

Y el valor esencial para sostener una nueva economía debería ser que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia de la vida.




AMY GOODMAN: Explica lo que acabas de mencionar.

MANFRED MAX-NEEF: Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres humanos porque, para mí, el centro es el milagro de la vida en todas sus manifestaciones. Pero hay un interés económico, es decir, uno no solo se olvida de la vida y otros seres vivientes sino, de los humanos. Si recorres esta lista que acabo de mencionar, uno a uno, verás que lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario.
“LAS COSAS VAN A CAMBIAR, PERO DE FORMA CATASTRÓFICA”.

AMY GOODMAN: Ve al tercer punto, crecimiento y desarrollo y explícalo por favor.

MANFRED MAX-NEEF: El crecimiento es una acumulación cuantitativa. Desarrollo es la liberación de posibilidades creativas. Cada sistema vivo de la naturaleza crece hasta cierto punto y para de crecer. Tú ya no estás creciendo, ni él ni yo. Pero continuamos desarrollándonos. De otro modo no estaríamos dialogando en este momento. El desarrollo no tiene límites pero el crecimiento sí. Y este es un concepto muy importante que políticos y economistas no entienden. Están obsesionados con el crecimiento económico. He estado trabajando a lo largo de varias décadas y se han hecho muchos estudios. Soy el autor de una famosa hipótesis: la hipótesis liminal, que dice que en cada sociedad hay un periodo de crecimiento económico-- entendido convencionalmente o no-- que trae una mejora en la calidad de vida ; pero sólo hasta cierto punto, el punto liminal, a partir del cuál, si hay crecimiento, la calidad de vida comienza a decaer. Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente. Es decir, tu pais es el ejemplo más extremo que puedes encontrar. En una parte de un capítulo de mi libro que saldrá publicado el próximo mes en Inglaterra, titulado La economía desenmascarada-- se encuentra un capítulo llamado " Estados Unidos, una nación en vías de subdesarrollo" la cuál es una nueva categoría. Tenemos el concepto de desarrollado, subdesarrollado y en vías desarrollo. Ahora tenemos el nuevo concepto de en vías de subdesarrollo y tu país es el mejor ejemplo. El 1% de los americanos cada vez están mejor y el 99% va en decadencia y se refleja en todo tipo de manifestaciones. Las personas que viven en sus autos, ahora duermen en sus carros, ¿sabes? estacionados enfrente de la casa que fue suya. Millones de personas que uno conoce han perdido todo. Pero aquellos que especularon, los que trajeron consigo todo el problema, esos están muy bien. Para ellos no hay problemas.
 
AMY GOODMAN: ¿Entonces, cómo cambiarías las cosas?

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, no sé cómo cambiarlas. Es decir, solitas van a cambiar ¿sabes? pero de forma catastrófica. No entiendo cómo no hay millones de personas en las calles de Estados Unidos destruyendo las cosas. Pero podría suceder. No lo sé. La situación es dramáticamente mala. Se supone que es el país más poderoso del mundo. Y a pesar de las condiciones, siguen con sus guerras absurdas gastando billones y trillones. Trece trillones de dólares se especularon y ¡ni un centavo se fue para las personas que perdieron sus casas! ¿Qué tipo de lógica es esa?

sábado, 12 de noviembre de 2011

GEOGRAFÍA Y ECONOMIA. DEMOGRAFÍA. ECONOMIA: PEA PERUANA Y NIVEL EDUCATIVO.

Mayoría de empleados peruanos solo tiene estudios secundarios[i]

Análisis revela que menos de un tercio de la población económicamente activa (PEA) tiene educación universitaria o técnica.

Solo el 29% de la población económicamente activa (PEA) ocupada posee formación superior (universitaria o técnica), lo que indica que 7 de cada 10 trabajadores peruanos solo han estudiado hasta la secundaria. Así lo revela un análisis del Instituto de Estudios Económicos y Sociales (IEES) de la Sociedad Nacional de Industrias, que tomó como base cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática al 2010.

El análisis señala también que las remuneraciones de los trabajadores con bajo nivel educativo (educación primaria) representan la tercera parte del sueldo de los empleados con educación superior. Hasta el año pasado, los primeros recibían un ingreso mensual promedio de S/.531 y los segundos de S/.1.528.

La tendencia, según el IEES, es contar con personas con mayor calificación educativa. La población ocupada con educación primaria se redujo en el 2001 de 39% a 29% en el 2010, mientras que los trabajadores con educación superior pasaron de 2,5 a 4,5 millones en el país.

El reporte considera que la demanda laboral en el Perú es afectada por la baja calidad en la educación técnica, por lo que los profesionales dependen de su formación en el trabajo para generar aumentos y mayor productividad.

MÁS AGRICULTORES


Según el IEES, la agricultura es la actividad económica que absorbe la mayor proporción de mano de obra, pues uno de cada cuatro trabajadores se dedica a ella. El 17,6% se dedica al comercio, el 10,9% a la manufactura y el 7,5% al sector Transportes y Comunicaciones.

Minería, Construcción y Transportes y Comunicaciones fueron los sectores más dinámicos entre el 2001 y 2010, en los que la ocupación creció a una tasa promedio anual de 14,1%, 7,2% y 6%, respectivamente.

Salarios y tasa de ocupación

Las empresas que tienen entre uno y diez trabajadores realizaron la mayor parte de contrataciones. Estas contienen el 74% de la PEA ocupada, seguida por las grandes firmas de más de 51 empleados (18%) y las empresas medianas de entre 11 y 50 empleados (8%).

Sin embargo, la tasa de ocupación en las empresas medianas ha crecido 5,4% anual en los últimos 10 años, en las grandes 4% y en las pequeñas 2,1%. Por otro lado, el ingreso mensual en el sector manufactura aumentó 29,8% entre el 2006 y el 2010, y se situó en S/.
1.029,

(DOLAR AMERICANO=2.70 NUEVOS SOLES)





[i] EL COMERCIO, 31 de agosto de 2011.

ACTUALIDAD: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES 2011. CRISIS MUNDIAL. GLOBALIZACIÓN. LA GLOBALIZACIÓN DEL DESCONTENTO.

¿Una revuelta o un movimiento social?

Por Norman Birnbaum, sociólogo estadounidense y catedrático emérito en la Universidad de Georgetown/El País (España).



 La Edad Media europea estuvo llena de revueltas campesinas y disturbios urbanos. Los franceses llamaban a la agitación en el campojacqueries, por su protagonista simbólico, el imperturbable campesino Jacques, que se veía abocado a la violencia por las exacciones de la nobleza. En las ciudades, los italianos tenían dos nombres: el popolo grasso frente al popolo minuto, es decir, los gordos, los ricos, frente a los pobres y más flacos. Desde luego, estos antagonismos eran específicos de cada nación y cada región, tenían unas causas y unos resultados complejos y, a menudo, tenían elementos de imaginería religiosa e ideas de justicia. El difunto héroe de la resistencia polaca Bronislaw Geremek era historiador de los movimientos sociales medievales antes de utilizar sus conocimientos como asesor de Solidarnosc y, posteriormente, como ministro de Exteriores.

A primera vista, pareció que todos estos movimientos habían fracasado. Para que hubiera representación política y un mínimo de justicia distributiva hubo que esperar a la aparición del concepto de ciudadanía. Los nobles y sus homólogos urbanos perdieron importancia ante la formación de Estados nacionales fuertes, en los que unos monarcas absolutistas utilizaban los nuevos poderes centralizados para supeditar tanto a nobles como a campesinos, a burgueses acomodados y esforzados artesanos. A su vez, las nuevas capas sociales (pequeños agricultores independientes, prósperos comerciantes urbanos y fabricantes) utilizaron los Parlamentos para controlar la arrogancia real. Las jacqueries se convirtieron en un recuerdo del pasado en manos de los historiadores. La industrialización acabó engendrando un proletariado mucho más amplio y con posibilidades de ser más peligroso incluso que los más desesperados de los pobres en las ciudades medievales.

La historia no avanza en línea recta. Al fin y al cabo, Inglaterra decapitó a un rey siglo y medio antes de que lo hicieran los franceses. Todavía hace unos días, un columnista del Financial Times, en un artículo positivo sobre las protestas en Wall Street, hablaba de una secta británica del siglo XVII, los Excavadores (Diggers), que, durante la Revolución Inglesa, se resistieron al cierre de las tierras que hasta entonces habían sido comunes. Es muy poco frecuente que el Financial Times publique referencias favorables a una revolución. Recuérdense las energías intelectuales y morales empleadas por los británicos a partir de 1792 para denunciar a los jacobinos. Unas denuncias que iban acompañadas de un relato de lo más orgulloso (y absurdamente distorsionado) en el que la historia británica era una historia de acuerdos y concesiones sin fin. Tal vez los que ocupan una mínima parte de Wall Street (y sus colegas de otras ciudades de Estados Unidos) han tocado fibras sensibles de la memoria en otros lugares. Desde luego, han abierto una brecha en las teorías irrefutables de que en Estados Unidos existe un consenso fundamental sobre que el capitalismo es la única vía al paraíso. ¿Qué capacidad de influir a largo plazo tiene el grupo amorfo que ocupa en estos momentos un pequeño rincón del distrito financiero de Nueva York, con el riesgo constante de sufrir la agresión de una policía brutalizada? El grupo que inició la ocupación está formado por personas que trabajan en el sector de las artes y la cultura. Se formó, en un principio, para crear y defender los derechos de los artistas en materia de contratos, empleo, seguros médicos y vivienda. Lo que les empujó a una acción colectiva fue la búsqueda de la seguridad individual. Utilizo el término “artista” pero, en realidad, el grupo incluye también a personas que trabajan en las nuevas tecnologías. Si la afinidad entre creatividad artística y protesta social, que comenzó hace dos siglos, se extiende ahora a los innovadores en las comunicaciones electrónicas, eso debe hacernos reflexionar. Al grupo se unieron enseguida estudiantes, desempleados de todas clases, miembros de sindicatos (que aún tienen una gran presencia en Nueva York) y personas llegadas desde el interior.

Como es natural, los medios de comunicación, como por instinto, han dicho que los manifestantes son desechos sociales o jóvenes sin educar. Su desprecio recuerda a la reacción de las clases dirigentes ante las primeras protestas contra la guerra de Vietnam. Si no lo hubieran mostrado, habría sido prueba de que Estados Unidos está de verdad en el umbral de una revolución.

No es así, ni mucho menos. Es más, pese a su tendencia a actuar como si fuera el presentador de un programa de variedades, el presidente puede atribuirse en parte el mérito de la protesta. Al alterar por completo su retórica en las últimas semanas, al empezar a reconocer la división de clases, ha empujado a quienes criticaban su frustrada reconciliación con los republicanos a emprender sus propias iniciativas. Ahora tendrá que aceptar que insistan en que siga él también la lógica de ese nuevo rumbo.

¿Podrán los manifestantes unirse con los demócratas que se oponen, en Wisconsin y Ohio, a unas asambleas estatales y unos gobernadores entregados a la soberanía de los mercados? Es posible que la conciencia despertada por las protestas haga que muchos ciudadanos estén más dispuestos a abandonar la pasividad.

Uno de los recursos más valiosos de los movimientos sociales es la memoria. La memoria social no es una investigación histórica minuciosa. Es una destilación moral del pasado. Muchos de los comentarios entusiastas sobre las manifestaciones hacen referencias a Estados Unidos durante el New Deal y las décadas posteriores, cuando la economía estaba regulada, la tercera parte de la fuerza laboral pertenecía a sindicatos y las expectativas, tanto individuales como colectivas, no dejaban de crecer. Los participantes más cultos habrán estudiado el New Deal en sus clases de la Universidad. Otros tendrán recuerdos familiares de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, transmitidos por unos abuelos ya fallecidos. De lo intensos que sean esos recuerdos puede depender la suerte de las protestas. Pueden convertirse en una jacquerie moderna. O, tal vez, puedan renovar la persistente y profunda tradición de protesta en Estados Unidos y marcar el inicio de una nueva etapa en la política.

Aunque sean efímeras, por lo menos, han acabado con la atrofia actual de la cultura estadounidense. Al final, las jacqueries medievales proporcionaron elementos imaginativos a las revoluciones modernas. La historia contemporánea de Estados Unidos ha estado llena de sorpresas, en su mayoría decepcionantes. Cualquier mejoría, por pequeña que sea, sería de agradecer.

Norman Birnbaum es catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


HISTORIA DEL PERÚ. LA CONQUISTA´. UN POCO DE HISTORIA: EL MÁS FAMOSO TRADUCTOR DEL PERÚ.

Felipillo no solo fue un hábil aborigen inca sino que gracias a su inteligencia se convirtió en traductor y con ello obtuvo un bienestar económico que millones de sus congéneres desconocieron.

¿Felipillo fue un espía y/o traidor? Saque Ud. sus propias conclusiones luego de leer este interesante artículo que ha sido escrito por el escritor peruano Rafael Dumett.
(El arte realizado con el dibujo de Huamán Poma pertenece a Dennis Baltzis).

Felipillo encarna en el Perú al traidor por excelencia. Pero ¿a quién traicionó el intérprete indígena?

Felipillo es nuestra Malinche peruana. “Es un Felipillo”, solemos decir en el Perú de alguien que ha traicionado alevosamente la confianza ajena. No se trata de cualquier traidor. Un Felipillo es alguien que les clava el cuchillo por la espalda a personas con las que tiene un vínculo social -étnico, político, gremial, etc., no un vínculo personal (un esposo a una esposa, por ejemplo). A veces implica un elemento de poder, y un Felipillo es un subordinado que, bajo una máscara servil, atenta contra los intereses de sus superiores para operar en su propio beneficio. Sea como fuere, tiene una insoslayable carga racial.

Ahora bien, para poder hablar de un traidor, necesitamos de un(os) traicionado(s). Pero ¿a quién(es) traicionó Felipillo? ¿Cuán justificado está el funesto lugar que ocupa en la memoria peruana y en nuestro acervo de peruanismos?

Repasemos la historia de nuestro personaje.

A Felipillo cada crónica le da un origen distinto. Tres importantes historiadores contemporáneos han examinado la evidencia, pero han llegado a conclusiones diferentes. James Lockhart, siguiendo a López de Gómara, afirma que era de Poechos. José Antonio Del Busto, siguiendo a Cieza de León, que era de Tumbes. Y Juan José Vega, después de descartar uno por uno los otros orígenes posibles –con razones atendibles-, indica que no podía sino ser huancavilca -un grupo étnico de las costas ecuatorianas-, la opción de Guamán Poma.

En todo caso, parece ser que Felipillo fue recogido cuando era un chiquillo en algún punto de la costa entre Piura y la costa ecuatoriana aledaña al río Guayas. Todos los que han escrito sobre él están de acuerdo en que no estaba relacionado a ninguna familia de curacas regionales ni de funcionarios impuestos por el incario. Es decir, que era un simple y llano plebeyo. Algo que, como veremos, es importante tener en cuenta.

En su excelente estudio Hombres de Cajamarca, en el que analiza las biografías de los conquistadores presentes en la captura de Atahualpa y hace un estudio sociológico de su procedencia, Lockhart dedica algunas páginas a los intérpretes indígenas, y realiza una interesante comparación entre Felipillo y Martinillo, el otro intérprete indígena importante en los momentos cruciales de la conquista.

Si bien ambos fueron recogidos en la misma zona, afirma Lockhart, había entre ellos una clara diferencia social. En contraste con Felipillo, que quizá procedía de una familia de pescadores, artesanos o gente de baja condición social, Martinillo provenía de una familia aristocrática de Poechos. Su tío era el curaca tallán Maisavilca, cacique de Chincha, quien regía la zona. Aún no se ha establecido de manera definitiva si Maisavilca era un cacique local o uno impuesto por el incario, pero, dado su rango social, tenía que hablar quechua con fluidez. Martinillo debió de criarse en un entorno quechuahablante.

¿Y Felipillo? ¿Cómo podía hablar quechua si en las costa peruana del norte y ecuatoriana del sur el quechua era un idioma exclusivo de las élites?

La tesis de que Felipillo no hablaba quechua en el momento de su captura, o lo hablaba muy mal, es defendida por Juan José Vega con buenos argumentos. Para el connotado historiador, no deja de ser sintomático que fuera dejado de lado por Pizarro en los momentos decisivos. En Tumbes, el gobernador prefirió a Francisquillo, otro intérprete indígena recogido en el segundo viaje (que se quedó en Tangarará y no formó parte de la hueste que subió a Cajamarca). Y durante la subida a la cordillera y en Cajamarca fue desplazado por Martinillo, quien habría demostrado su superioridad en el manejo de la lengua.

En el famoso encuentro entre el cura Valverde y Atahualpa en la plaza de Cajamarca, todos los informes de los eventos indican que hubo solo un intérprete, pero pocos dan su nombre. Sin embargo, Miguel de Estete, que era secretario de Pizarro y estuvo presente, señala que era Martinillo.

El único momento importante en que, indican los cronistas con unanimidad, Pizarro elige como traductor a Felipillo es durante los días finales del cautiverio de Atahualpa, cuando no tiene alternativa. Ha enviado a Martinillo con Hernando de Soto a Huamachuco para comprobar si estaban fundamentados los rumores de que se estaba gestando un ataque contra los españoles en los alrededores de Cajamarca. La movida de Pizarro es, sin embargo, bastante sospechosa. Parece como si hubiera deseado deshacerse de la incómoda presencia de Soto, uno de los pocos que insistía en mantener al Inca con vida, y de paso apartar a Martinillo y obtener mayor control sobre las traducciones del mucho más manipulable Felipillo, a quien muy probablemente sabía desesperado por demostrar su utilidad.

Desesperación. Angustia. Incertidumbre. Deseo de agradar a cualquier precio a los que lo arrancaron en 1527 o 1528, cuando frisaba los 13 o 14 años, de las costas de sus ancestros. A falta de alguien, algo más a quien o a qué deberle lealtad. Desenraizado y desorientado por completo después de cuatro o cinco largos años en tierras extranjeras, en las que seguramente vivió muchas cosas que no podía comprender y no tuvo tiempo de digerir. Destruido en su interior: al pasar de nuevo por las costas que habían sido las suyas, halló solo la devastación ocasionada por la guerra interminable entre Huáscar y Atahualpa, el paso de la viruela y los enfrentamientos sangrientos entre grupos étnicos locales. Con nadie a quien pudiera llamar pariente, amigo o simplemente coetáneo.

Aprendiendo sobre la marcha un idioma extraño cuyas palabras la exigían verter a otro idioma extraño que acababa de conocer. Y, por ello, condenado a inferir, deducir o simplemente inventar las traducciones que se le exigía día a día para poder sobrevivir.

Cuenta la historia que, cuando se aproximaba el tiempo de las decisiones sobre la suerte del Inca, Felipillo distorsionó los testimonios de los nativos y que hizo todo lo posible para convencer a los españoles de que Atahualpa estaba complotando contra ellos y hacerlo ejecutar. Que actuó de este modo pues había sido atrapado haciendo el amor a una de las esposas del monarca incaico y deseaba evitar la feroz represalia del Inca y salvar su pellejo.

El historiador John Hemming deshace la patraña, que ha sobrevivido hasta nuestros días y sigue siendo repetida sin cuestionamientos, en su bien informado libro The Conquest of the Incas. En él, señala que ninguna de las crónicas contemporáneas a los eventos menciona el hecho. Este solo empieza a ser referido a inicios de la década de 1550, cuando se trataba de recuperar la estela glamorosa y legendaria de los conquistadores y se buscaba tenazmente chivos expiatorios a quienes atribuir la culpa de la muerte de Atahualpa, que había ocasionado la reprobación real. Esto formaba parte de una estrategia para salvar la reputación de los conquistadores y preparar al terreno para sus reclamaciones. Señala con nombre y apellido a sus autores: Agustín de Zárate y López de Gómara. Nadie consideró, indica Hemming, que oficiales tan astutos como Francisco de Xerez y Pedro Sancho eran difíciles de engañar por una mala traducción en testimonios tan importantes.

Después de la muerte de Atahualpa, Felipillo fue a parar a la comitiva de Almagro y Martinillo a la de Pizarro, dándole una nueva dimensión a su rivalidad: la de las guerras civiles españolas. Y es aquí donde nuevamente el camino de uno y otro traductor diferirán por completo. Por un lado, Martinillo se convertirá en un fiel seguidor de los Pizarro, a quienes servirá en las buenas y en las malas, y gracias a quienes obtendrá hacienda, detentará un respetado cargo vinculado a su oficio de intérprete, se casará con una señora española, llegará a tener un esclavo negro a su servicio y adquirirá el nombre de “don Martín”, apelativo reservado a los curacas y los jefes. Su caída en desgracia coincidirá con la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro.

Felipillo, por su parte, jamás se convertirá en “don Felipe”. El relato de sus traiciones posteriores ha sido realizado por el usualmente fidedigno Gonzalo Fernández de Oviedo, aunque no debemos olvidar que fue este cronista el que inventó la historia del famoso “juicio a Atahualpa”, que nunca se realizó.

Cuando Almagro llegó a Quito en 1534 para enfrentar a Pedro de Alvarado, quien amenazaba con reclamar las posesiones del actual Ecuador como suyas, Felipillo abandonó subrepticiamente el campamento de su señor, fue al de Alvarado y le informó de los escasos hombres y pertrechos con que Almagro contaba. Sin embargo, los dos líderes españoles llegaron finalmente a un acuerdo pacífico, y Almagro estuvo a punto de quemar a Felipillo en la hoguera.

La acción de Felipillo nos parece creíble, en la medida en que el traductor indígena no tenía ninguna razón para deberle lealtad y Alvarado parecía constituir una mejor perspectiva para su supervivencia. Sin embargo, nos hace dudar de su veracidad el hecho de que Almagro haya vuelto a confiar lo suficientemente en él para enviarlo como emisario, con la misión de establecer contacto con Manco Inca en Cuzco en 1535. El objetivo del encuentro, de fundamental importancia, era convencer al soberano incaico de forjar una alianza con Almagro (mientras Martinillo hacía lo propio en representación de los Pizarro).

Alguna fibra profunda debieron haber tocado esta entrevista con Manco Inca, pues el convencido terminó siendo él. Quizá Felipillo vio en el jovencísimo monarca –Manco debía andar por su edad, los veinte años- alguien con quien podía finalmente identificarse. Lo cierto es que, en complicidad con Huillac Uma, Sumo Sacerdote Solar y aliado de la conspiración, abandonó la expedición de Almagro a Chile poco antes de llegar a su destino para unirse a la gran rebelión simultánea liderada por Manco, que cercaría al Cuzco y a Lima en 1536.

Huillac Uma logró escapar y llegar al Cuzco, pero a Felipillo lo encontraron, capturaron y ejecutaron (mediante la pena del garrote, según algunos; descuartizado, según otros). Pero no sin dar batalla. El capitán español Martín Monje indicaría en un testimonio de servicios prestados a la corona el de haber ganado una fortaleza en una montaña “donde un capitán llamado Felipillo se había fortificado a sí mismo con unos cuantos guerreros”. El traductor indígena tendría para entonces entre 21 y 22 años.

No podemos evitar imaginar el tipo de reflexiones que pudieron pasar por su cabeza en los momentos finales. No lo visualizamos desorientado, desubicado, fragmentado, lamentando su “error de cálculo”, como insisten algunos historiadores sin base alguna. No creemos los informes de Fernández de Oviedo de que terminó confesando sus culpas, incluida la de la muerte de Atahualpa.

Mientras el garrote se va cerrando poco a poco sobre su cuello o sus descuartizadores le van descoyuntando los miembros uno por uno, lo imaginamos repasando su propia vida. Deseando quizá haber vivido una menos incierta, con amos más dignos de lealtad. Pero sin un ápice de arrepentimiento por haber intentado contribuir en la parte final de su existencia al restablecimiento de un imperio en el que por fin habría espacio para alguien como él.